¿PLAYA O MONTAÑA?

Ayer estuve casi todo el día con IR. Menos el rato que se fue a la cata de tortillas.

A la vez también estaba pendiente del móvil, había quedado que Jota me enviaría un mensaje para quedar. Tenía el presentimiento que no lo haría..  Me acordé entonces de un fragmento de Queda la noche de SOLEDAD PUERTOLAS:

«.... Mientras, ya sola ente las sábanas, escuchaba el sonido de la ducha en el cuarto de baño y contemplaba el desorden del cuarto de baño, mi ropa y la suya, en parte tiradas por el suelo, en parte colocadas sobre la moqueta verde oscura, en parte colocadas sobre la silla, me prometí que ésa era la última vez que nos veíamos, aunque no se lo iba a decir: no merecía la pena hacer ninguna declaración. Cuando volvió al cuarto y empezó a vestirse con gestos seguros y rápidos, estuve, sin embargo, a punto de decírselo. Miró su reloj y me preguntó: “¿Es que no te vas a vestir?” Le contesté con otra pregunta: “¿Qué más te da, si tú sales primero?” ¿Qué le importaba a él el tiempo que yo me quedara en la habitación del hotel? Pero Fernando no me había dado la oportunidad de rechazarlo. No había vuelto a llamarme, y mientras cenaba en el vagón-restaurante del tren, camino a El Arenal, sabiendo que para mis padres eso era sinónimo de libertad, me sentí desdichada y abandonada. TODO LO QUE HUBIERA QUERIDO ERA PODER DECIR QUE NO.»

Como la prota del libro, yo quería que Jota llamase para decirle que no, para ser esta vez yo la que no pudiese o no quisiese quedar, pero eran las nueve de la noche y él no había llamado…

Cuando sonó el teléfono, unos minutos más tarde, mientras preparaba la cena con IR, no me atreví a descolgar, no sabía que le iba a decir, ni como decírselo… Y lo más importante, tenía miedo que al hablar con él se me volviesen a caer las bragas.

Desde el país de la indecisión, les ha informado:

Elvira Cordero