lunes, 3 de septiembre de 2012

A MÍ LAS BUENAS PERSONAS ME PUEDEN


 

 

Sé que a mi entorno muchas veces les resulto ridícula por mi forma de afrontar la vida. Mi manera de manejar los sentimientos, siempre a flor de piel, saltando si red cuando sé que el salto vale la pena y sin pensar en la caída que siempre llega.  Pero si no fuese así no sería yo. Y cada día que pasa estoy más convencida que ser una misma es un valor muy en alza. Pero no un valor como el del oro que todos quieren poseer, es más como un libro de Boris Vian, de Salinger , una melodía interpretada por YoYo Man o una película de Antonnioni o Bermang.  Cosas al alcance de todos pero que muy pocos desean.
Así me siento hoy. Como un libro, una película o una melodía que todos pueden leer, ver o escuchar, pero a muy pocos les gusta o les remueven las entrañas hacerlo.

Anoche se lo contaba a Charo y ella me preguntaba si me importa no ser una mujer deseada por la mayoría. Le dije que no, pero creo que le mentí. Gustar a la mayoría implica tener más posibilidad de gustarle a la persona que te atrae, por lo tanto no debe estar nada mal ser una sex-symbol. Pero también es cierto que no renunciaría ni a un ápice de mi forma de ser, sentir y vivir a cambio de ser guapa. Bueno, quizás un poquito sí.

Hoy tengo la sensación de fin de verano. Me siento como en el último capítulo de “Verano Azul” con El Dúo Dinámico resonado en mi cabeza (“El final del verano llegó y tu partirás…”)
Pero no estoy triste, al contrario. Estaba deseando que finalizase y con él una etapa en la que he jugado a ser, en lugar de ser yo misma. Y lo peor de todo es que en ese juego he dejado una felicidad que me había costado mucho alcanzar.

Ahora llega mi vida de verdad. Mi cruda realidad, que afortunadamente no es nada cruda. En la cual hay muchas cosas que me hacer levantarme con una sonrisa y acostarme serena, soñando que antes o después unos brazos rodearán mi espalda y me susurrarán al oído: “Te quiero”

 

Elvira cordero (A veces el regalo más preciado es un espejo)

 

(Foto: Nawja Ninri en Piedras. “Y tengo ganas, pequeñas, pero ganas de empezar otra vez y olvidar que esta y cualquier ciudad está a veces tan triste como yo y notar que estoy cambiando, aunque solo sea un poco, bueno, si es mucho mejor”)

 

 

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